martes, 23 de abril de 2024

S A N T O R A L

SAN JORGE, MÁRTIR 

EL MÁRTIR

Se nos propone hoy a San Jorge como el valeroso campeón de Cristo resucitado.
La Iglesia oriental, que le llama el gran Mártir, introdujo pronto su culto en Occidente y la caballería cristiana le ha amado y honrado corno uno de sus más queridos patronos.
La Iglesia no lee en el oficio de Maitines la leyenda de San Jorge, sino simplemente un pasaje de San Cipriano sobre los combates de los mártires. En efecto, el decreto sobre los libros apócrifos atribuido al Papa San Gelasio, menciona entre los libros no recibidos las Actas de San Jorge, redactadas por un autor herético.
Más modernamente se han encontrado unas Actas escritas en griego, a las que al principio se creyó debía darse mayor crédito, pero que al fin han resultado también desprovistas de autoridad.
Sin embargo de eso, se puede afirmar que San Jorge padeció por la fe antes de Constantino en Lidda, ciudad de Palestina, hacia el año 303. Su martirio es confirmado por el culto que se le ha tributado por lo menos desde el siglo V.

SU CULTO

Comenzó en Oriente. La ciudad en que padeció el martirio se llamó ciudad de San Jorge, y en ella se levantó una basílica en su honor. Musulmanes y cristianos creen que sus reliquias descansan en la cripta colocada debajo del altar. En Egipto tuvo dedicadas 40 iglesias y tres monasterios. En las Galias el rey Clodoveo, muerto en 512, construyó un monasterio y le dió el nombre de San Jorge, y San Germán de Parías (f 576) propagó mucho su culto. Santa Clotilde le tuvo una devoción particular y le dedicó la iglesia de su querida abadía de Chelles. Pero este culto alcanzó su mayor esplendor en la época de las Cruzadas, cuando nuestros caballeros fueron testigos de la veneración que los pueblos de Oriente tenían a San Jorge, y oyeron narrar las maravillas de su auxilio en los combates. Los historiadores bizantinos cuentan muchos casos notables, y los mismos cruzados no tardaron en experimentar los efectos de la confianza que habían puesto en el auxilio de este poderoso conductor de los ejércitos cristianos. La república de Génova le nombró su patrono y la de Venecia le honró, después de San Marcos, como su protector especial. Pero no ha habido nación del mundo católico que haya sobrepasado a Inglaterra en la devoción tributada a San Jorge. No solamente un Concilio nacional tenido en Oxford en 1222, ordenó que la fiesta del gran mártir se celebrase como de precepto en toda Inglaterra; no solamente el culto del valeroso soldado de Cristo fué profesado en la gran Bretaña por los primeros reyes normandos, sino que hay razones para sostener, como lo atestiguan los monumentos anteriores a las invasiones de Guillermo el Conquistador, que la devoción particular de la nación inglesa hacia San Jorge, le era tributada desde los siglos IX y X como a un protector particular.
Eduardo III no hizo sino manifestar el sentimiento piadoso de su nación para con el celestial guerrero, cuando colocó debajo de su patrocinio la insigne orden de la Jarretera, que fundó en 1330. También debemos hacer mención de la orden militar de San Jorge que estableció Federico III en Alemania en 1468.

ICONOGRAFÍA


A San Jorge se le representa montado en un dragón, y librando con este acto de valor a una princesa a la que el monstruo iba a devorar. Esta escena de la que el arte ha sabido sacar un gran partido, es puramente simbólica y tiene su origen en los monumentos iconográficos bizantinos. Significa el triunfo que San Jorge obtuvo sobre el demonio por su generosa confesión. La princesa representa a Alejandra, a quien la constancia del mártir conquistó a la fe. Ni en las Actas de San Jorge, ni en los himnos de la liturgia griega, se hace mención del dragón con que luchó el mártir, ni tampoco de la princesa a quien libró de un peligro temporal. Esta fábula sólo circuló en Occidente a partir del siglo XIV, y su origen viene de la interpretación demasiado naturalista de las effigies consagradas a San Jorge por los griegos, y que se introdujeron en nuestras iglesias al final de, las Cruzadas. 

 

PLEGARIA POR LA MILICIA TEMPORAL

Hoy, 23 de abril, el Ejército Argentino conmemora el día del Arma de Caballería y de su Santo Patrono, San Jorge

¡Oh San Jorge, eres la honra de la milicia cristiana! El servicio del príncipe temporal no te hizo olvidar tus obligaciones para con el rey del cielo. Derramaste tu sangre por la fe de Cristo, y en recompensa él te ha constituido jefe y guía de los ejércitos cristianos. Sé su sostén ante las filas enemigas, y concede la victoria a los defensores de la causa justa. Protégelos debajo de tu estandarte, cúbrelos con tu escudo y esparce el miedo delante de ellos. El Señor es el Dios de los ejércitos, y la guerra entra a veces en los planes de su Providencia, ya en vista de su justicia, ya en la de su misericordia. Jefes y soldados tienen necesidad del auxilio celestial. Al hacer la guerra, parecerá a veces que hacen la obra del hombre, mientras que en realidad hacen la de Dios. 
Por esta razón son más accesibles que los demás hombres a los sentimientos generosos, y por eso mismo su corazón es más religioso. El sacrificio, el peligro, los eleva sobre ellos mismos; también los soldados tienen su lugar distinguido entre los fastos de los mártires. Vela por el ejército de nuestra patria. Hazle tan cristiano como valeroso; sabemos que no han puesto en vano en ti sus esperanzas los hombres de guerra..

PLEGARIA POR LA MILICIA ESPIRITUAL

En la tierra no sólo existe milicia temporal; hay otra en la que están alistados todos los fieles de Cristo.
San Pablo, hablando de todos nosotros, ha dicho: "que no serán coronados sino los que lucharen legítimamente" . Hemos de contar con la lucha en este mundo, si escuchamos las exhortaciones del mismo Apóstol: "Cubrios con la armadura de Dios, nos dice, para que podáis resistir los ataques del diablo. Tomad por cinturón la verdad, por coraza la justicia, por calzado la resolución de andar por el camino del Evangelio, por escudo la fe, por casco la esperanza de la salvación y por espada la palabra de Dios".
¡Somos, pues, guerreros como tú! Nuestro Jefe divino resucitado, antes de subir al cielo quiere pasar revista a su ejército; preséntanos a El. Nos ha admitido en las filas de su guardia, a pesar de nuestras infidelidades pasadas; a nosotros por tanto corresponde hacernos dignos de al honor. La prenda de la victoria la tenemos en la Eucaristía, ¿cómo nos hemos de dejar vencer?
Vela por nosotros, ¡valiente guerrero! Que tus oraciones nos ayuden mientras tus ejemplos nos animan a luchar como tú contra Satanás.
Cada pieza de nuestra armadura le es temible; el mismo Jesús la ha preparado para nosotros y la ha templado en su sangre; da fuerzas a nuestro valor, para que podamos como tú, presentársela entera, el día en que nos invite a su descanso eterno.

PLEGARIA POR TODA LA CRISTIANDAD

La cristiandad entera tiene necesidad de que te acuerdes de los homenajes que te prodigó en
otros tiempos. Por desgracia la antigua piedad hacia ti se ha enfriado, y para muchos cristianos tu fiesta pasa inadvertida. No te ofendas por ello, ¡oh santo mártir!, imita a tu Maestro que hace salir su sol sobre los buenos y malos. Tén piedad de este mundo en medio del cual ha sido sembrado el error, y que en este momento se agita en convulsiones terribles. Mira con compasión a Inglaterra, que ha sido seducida por el dragón infernal. Los antepasados te lo piden desde el cielo, ¡oh poderoso guerrero!; sus hijos te suplican desde la tierra. En nombre de Jesús resucitado te conjuramos ayudes a la resurrección de un pueblo que fué tuyo.

Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer Tomo III pag 700 y siguientes



LIBRO DE LA ORDEN DE CABALLERÍA


(Selección)

SEGUNDA PARTE

LA CUAL HABLA DE LA ORDEN DE CABALLERIA Y DEL OFICIO QUE ES PROPIO DEL CABALLERO
 1. El oficio del caballero es el fin y la intención por los que comenzó la orden de caballería. De donde, si el caballero no cumple con el oficio de la caballería, es contrario a su orden y a los principios de la caballería arriba citados; por cuya contrariedad no es verdadero caballero, aunque sea llamado caballero; y tal caballero es más vil que el tejedor y el trompetero, que cumplen con su oficio.
 2. Oficio de caballero es mantener y defender la santa fe católica, por la cual Dios Padre envió a su Hijo a tomar carne en la gloriosa Virgen, Nuestra Señora Santa María, y para honrar y multiplicar la fe sufrió en este mundo muchos trabajos y muchas afrentas y penosa muerte. De donde, así como Nuestro Señor Dios ha elegido a los clérigos para mantener la santa fe con escrituras y probaciones necesarias, predicando aquélla a los infieles con tanta caridad que desean morir por ella, así el Dios de la gloria ha elegido a los caballeros para que por fuerza de armas venzan y sometan a los infieles, que cada día se afanan en la destrucción de la santa Iglesia. Por eso Dios honra en este mundo y en el otro a tales caballeros, que son mantenedores y defensores del oficio de Dios y de la fe por la cual nos hemos de salvar.
 3. El caballero que tiene fe y no usa de fe, y es contrario a aquellos que mantienen la fe, es como el entendimiento de un hombre a quien Dios ha dado razón y usa de sinrazón y de ignorancia. De donde, quien tiene fe y es contrario a la fe, quiere salvarse por lo que es contra la fe; y por eso su querer concuerda con el descreimiento, que es contrario a la fe y a la salvación, por cuyo descreimiento el hombre es condenado a padecer trabajos que no tienen fin.
 4. Muchos son los oficios que Dios ha dado en este mundo para ser servido por los hombres. Pero los más nobles, los más honrados, los más cercanos dos oficios que hay en este mundo, son oficio de clérigo y oficio de caballero; y por eso la mayor amistad que hubiera en este mundo debería darse entre clérigo y caballero. De donde, así como el clérigo no sigue la orden de clerecía cuando es contrario a la orden de caballería, así el caballero no mantiene la orden de caballería cuando es contrario y desobediente a los clérigos, que están obligados a amar y a mantener la orden de caballería.
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Alianza Editorial. Madrid 1986

lunes, 22 de abril de 2024

S A N T O R A L

SAN SOTERO Y SAN CAYO, PAPAS Y MARTIRES

La Iglesia honra hoy a dos Papas.

SAN SOTERO

Sucedió inmediatamente a San Aniceto en 166. El tiempo nos ha robado el conocimiento de sus obras. Sólo un rasgo ha llegado hasta nosotros. Es un fragmento de una carta que el obispo de Corinto, Dionisio, escribió a los Romanos, en la que consigna que el Pontífice ha hecho grandes limosnas a las iglesias de diversas ciudades que padecían hambre. Hermoso testimonio de la solicitud universal del Pontífice de Roma, cuya caritativa influencia se extendía a las más alejadas iglesias. Una carta apostólica acompañaba a las limosnas, y afirma Dionisio que se leía en las reuniones de los fieles, junto con la que San Clemente dirigió a los Corintios el siglo anterior. Como se ve, la caridad de los Pontífices de Roma ha estado siempre unida al celo por la conservación del depósito de la fe. San Sotero luchó con energía contra la herejía montanista que comenzaba a aparecer. Se cree que fué víctima de la persecución de Marco Aurelio, a pesar de que la primera redacción del Líber Pontíficalts no hace mención de su martirio, y solamente consigna que fué sepultado "junto al cuerpo del bienaventurado Pedro."

SAN CAYO

Sucedió al Papa Eutiquio, a fines del 283. Las lecciones del Breviario refieren que una de sus decisiones fué recordar la distinción de los grados que conducen al episcopado, a partir del orden de Portero. El Líber Pontíficalis da a San Cayo el título de Confesor, y dice que hubo de ocultarse para escapar de la persecución de Diocleciano. Murió antes del 296, y su sepulcro da testimonio de la devoción que le profesaron los fieles.

PLEGARIA

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 Santos Pontífices, vosotros sois de los que sufrieron la gran tribulación y de los que pasaron por el agua y por el fuego para llegar a las playas de la eternidad. El pensamiento de Jesús triunfador de la muerte, sostenía vuestro ánimo; sabíais que a las angustias de la Pasión sucedieron las glorias de la Resurrección. Con el ejemplo nos habéis enseñado que la vida y los intereses de este mundo no deben ser tenidos en nada, cuando se trata de confesar la fe; concedednos este valor. Por el bautismo fuimos alistados en la milicia de Cristo; la confirmación nos comunicó el Espíritu de fortaleza; debemos, por tanto, estar dispuestos a la lucha. Santos Pontífices, ignoramos si en nuestros días veremos expuesta la Iglesia a persecución sangrienta; pero aunque así no sea, tenemos que luchar contra nosotros mismos, contra el espíritu del mundo, contra el demonio; sostenednos con vuestra intercesión. Habéis sido los padres de la cristiandad; la caridad pastoral que os animó en esta vida vive constantemente en vuestros corazones. Protegednos y haced que seamos fieles a los deberes que nos unen al divino Maestro, cuya causa defendisteis.

 Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer Tomo III pag 697 y siguientes

domingo, 21 de abril de 2024

SANTORAL

San Román Adame Rosales


San Román Adame Rosales -Martir-

Nacido en Teocaltiche, Jalisco, el 27 de febrero de 1859, fue ordenado presbítero por su obispo, Don Pedro Loza y Pardavé, el 30 de Noviembre de 1890, tras lo cual, le fueron conferidos varios nombramientos, hasta que el 4 de enero de 1914 llegó al que sería su último destino, Nochistlán, Zacatecas.
Prudente y ponderado en su ministerio, fue nombrado Vicario Episcopal foráneo para las parroquias de Nochistlán, Apulco y Tlachichila.
Quienes lo conocieron, lo recuerdan fervoroso; rezaba el oficio divino con particular recogimiento; todas las mañanas, antes de celebrar la Eucaristía, se recogía en oración mental. Atendía con prontitud y de buena manera a los enfermos y moribundos, predicaba con el ejemplo y con la palabra. Evitaba la ostentación; vivía pobre y ayudaba a los pobres. Su vida y su conducta fueron intachables y la obediencia a sus superiores constante. Edificó a su parroquia un templo al Señor San José y algunas capillas en los ranchos; fundó la asociación de Hijas de María y la cofradía Adoración Nocturna al Santísimo Sacramento.
En agosto de 1926, viéndose como todos los sacerdotes de su época, en la disyuntiva de abandonar su parroquia o permanecer en ella aún con la persecución religiosa, el anciano párroco de Nochistlán se decidió por la segunda, ejerciendo su ministerio en domicilios particulares y no pasó unos años cuando tuvo que abandonar su domicilio, siendo desde entonces su vida, una constante andas de la "Ceca a la Meca".
La víspera de su captura, el 18 de abril de 1927, comía en la ranchería Veladores; una de las comensales, María Guadalupe Barrón, exclamó: "¡Dios quiera no vayan a dar con nosotros!" Sin titubeos, el párroco dijo; "¡Qué dicha sería ser mártir!, ¡dar mi sangre por la parroquia!".
Un nutrido contingente del ejercito federal, a las órdenes del Coronel Jesús Jaime Quiñones, ocupaban la cabecera municipal, Nochistlán, cuando un vecino de Veladores, Tiburcio Angulo, pidió una entrevista con el jefe de los soldados para denunciar la presencia del párroco en aquel lugar.
El coronel dispuso de inmediato una tropa con 300 militares para capturar al indefenso clérigo. Después de la media noche del 19 de abril; sitiada la modesta vivienda donde se ocultaba, el señor cura fue arrancado del lecho, y sin más, descalzo y en ropa interior, a sus casi setenta años, maniatado, fue forzado a recorrer al paso de las cabalgaduras la distancia que separaba Veladores de Yahualica.
Al llegar a río Ancho, uno de los soldados, compadecido, le cedió su cabalgadura, gesto que le valió injurias y abucheos de sus compañeros. El Padre Adame estuvo preso, sin comer ni beber, setenta horas. Durante el día era atado a una columna de los portales de la plaza, con un soldado de guardia, y durante la noche era recluido en el cuartel; conforme pasaban las horas, su salud se deterioraba.
A petición del párroco, Francisco Gonzáles, Jesús Aguirre y Francisco Gonzáles Gallo, gestionaron su libertad ante el coronel Quiñones, quien, luego de escucharlos dijo: "Tengo órdenes de fusilar a todos los sacerdotes, pero si me dan seis mil pesos en oro, a éste le perdono la vida".
Con el dinero en sus manos, el coronel quiso fusilar a quienes aportaron la cantidad, pero intervinieron Felipe y Gregorio Gonzáles Gallo, para garantizar que el pueblo no sufriera represalias. El azoro y el terror impuesto por los militares y la inutilidad de las gestiones cancelaron las esperanzas de obtener la libertad del párroco.
La noche del 21 de abril, un piquete de soldados condujo al reo del cuartel al cementerio municipal. Muchas personas siguieron al grupo llorando y exigiendo la libertad del eclesiástico. Junto a una fosa recién excavada, el sacerdote rechazó que le vendaran los ojos, sólo pidió que no le dispararan en el rostro; sin embargo antes de fusilarlo, uno de los soldados, Antonio Carrillo Torres, se negó repetidas veces a obedecer la orden de preparen armas, por lo que se le despojó de su uniforme militar y fue colocado junto al señor cura. Se dio la orden; "¡Apunten!?, enseguida la voz: "¡Fuego!" 
El impacto de las balas derrumbó al Padre Adame y, acto continuo, a Antonio Carrillo. 
088
Quince minutos después, cuatro vecinos colocaron el cadáver del mártir en un mal ataúd, y lo sepultaron en la fosa inmediata al lugar de la ejecución, donde yacía el soldado Carrillo.
Años después, fueron exhumados los restos del sacerdote y trasladados a Nochistlán, Zacatecas, donde se veneran. El párroco de Yahualica, Don Ignacio Íñiguez, testigo de la exhumación, consignó que el corazón de la víctima se petrificó, y su Rosario estaba incrustado en él.
fuente: http://santosmexico.mx.tripod.com/SanRomanAdame.htm

S A N T O R A L


SAN ANSELMO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

Monje, obispo y doctor, Anselmo reunió en su persona estas tres cualidades de cristiano privilegiado; y aunque la aureola del martirio no vino a dar el último lustre a este noble haz de tantas glorias, se puede decir que la palma le faltó a Anselmo, pero que Anselmo no faltó a la palma. Su nombre recuerda la mansedumbre del hombre del claustro, unida a la firmeza episcopal, la ciencia unida a la piedad; ningún recuerdo fué a la vez tan caro y tan brillante.

El monje

Piamonte le dió a Francia y a la orden de San Benito. Anselmo realizó plenamente en la abadía de Bec el tipo del Abad, tal como le trazó el Patriarca de los monjes de Occidente: "Antes servir que mandar." Se ganó de un modo particular el afecto de sus hermanos, la expresión de cuyos sentimientos ha llegado hasta nosotros. Su vida les pertenecía por entero, ya se tratase de conducirlos a Dios, ya de iniciarlos en las sublimes especulaciones de su inteligencia. Un día les fué arrebatado a pesar de todos sus esfuerzos y forzado a sentarse en la silla arzobispal de Cantorbery. Sucesor, en esta silla, de Agustín, Dustano, Elfegio y Lanfranco, fué digno de llevar el palio que ellos llevaron, y por sus nobles ejemplos abrió el camino al ilustre mártir Tomás que le sucedió tan de cerca.

EL HERALDO DE LA MAJESTAD REAL DE LA IGLESIA

Su vida pastoral la consagró toda a luchar por la libertad de la Iglesia. En él el cordero revistió el valor del león: "Cristo, decía, no quiere una esclava por esposa; no hay en este mundo cosa más querida para él que la libertad de su Iglesia." Ya pasó el tiempo en que el Hijo de Dios se dejó encadenar para librarnos de nuestros pecados; resucitó glorioso y quiere que su Iglesia sea libre como él. En todo tiempo tiene que luchar por esta sagrada libertad, sin la cual no podría cumplir con el ministerio de salvación que su divino Esposo la confió. Celosos de su influencia, los príncipes de la tierra, que no ignoran que es reina, se han esforzado por crearla mil obstáculos. En nuestros días, un gran número de sus hijos han perdido hasta la noción de los derechos que se la deben; sin ninguna consideración para con su dignidad real, no la dejan otra libertad que la de las sectas que ella condena; no pueden comprender, que en tales condiciones la Iglesia, que Cristo fundó para reinar, queda en esclavitud. No lo entendió así San Anselmo; y cualquiera que se diga hijo de la Iglesia, debe tener horror a tales utopías. Las palabras grandilocuentes de progreso y sociedad moderna no le seducen, sabe que la Iglesia no tiene igual en la tierra; y si ve el mundo preso de las más terribles convulsiones, incapaz de apoyarse sobre una base firme, todo tiene para él la explicación de que la Iglesia ya no es reina.
El derecho de nuestra Madre no consiste sólo en ser reconocida por lo que es en el secreto del pensamiento de cada uno de sus fieles; necesita además el apoyo externo. Jesús la prometió en herencia las naciones, y las poseyó conforme a esta promesa; pero hoy, si sucede que algún pueblo la pone fuera de ley, ofreciéndola la misma protección que a todas las sectas que ella expulsó de su seno, se levantan mil aclamaciones alabando este pretendido progreso, y voces conocidas y amigas se mezclan a estos clamores. Estas pruebas no las conoció Anselmo. Era menos de temer la brutalidad de los reyes normandos, que estos sistemas pérfidos que socavan por la base la idea misma de la Iglesia, y hacen echar de menos la persecución declarada. El torrente todo lo transtorna a su paso; pero todo renace cuando se seca su fuente. Otra cosa sucede cuando las aguas desbordadas inundan la tierra y la arrastran consigo. Tengámoslo por seguro; el día en que la Iglesia, la celestial paloma, no encuentre aquí abajo donde posar su pie con honor, el cielo se abrirá y emprenderá el vuelo a su patria celestial, abandonando el mundo, la víspera de la venida del Juez en el último día.

EL DOCTOR


San Anselmo no es menos admirable como Doctor que como Pontífice. Su inteligencia profunda y serena penetró en la contemplación de las verdades divinas; buscó sus mutuas relaciones y su armonía y el fruto de estos nobles trabajos ocupa un lugar preeminente en el depósito que conserva las riquezas de la teología católica. Dios le concedió el genio. Ni sus luchas ni su vida agitada, pudieron distraerle de sus santos y queridos estudios, y camino de sus destierros iba meditando en Dios y en sus misterios, extendiendo para sí y para la posteridad el campo ya vasto de las investigaciones respetuosas de la razón en los dominios de la fe.

Vida


Anselmo nació en Aosta del Piamonte hacia el año 1033. A los 26 años, entró en la abadía de Bec, en Normandía, donde se entregó a la práctica de las virtudes monásticas, y al estudio de la filosofía y de las Sagradas Escrituras. A los 30 años fué nombrado prior y maestrescuela, y en 1078 abad. Gobernó su Aba-, día con una bondad incomparable, que le permitió triunfar de todas las dificultades. Le tuvieron en gran estima los Papas Gregorio II y Urbano II, y habiendo sido llamado a Inglaterra, en 1092, no pudo entrar en Francia y fué nombrado arzobispo de Cantorbery al año siguiente.Tuvo mucho que padecer de parte de Guillermo el Rojo, a causa de la defensa de los derechos y libertad de la Iglesia. Desterrado, se refugió en Roma, donde el Papa le colmó de honores, y le dió ocasión, en el concilio de Barí, de convencer de sus errores a los griegos que negaban que el Espíritu Santo procede igualmente del Hijo que del Padre. Llamado a Inglaterra, después de la muerte de Guillermo murió el 21 de abril de 1109. Fué enterrado en Cantorbery. En 1492, Alejandro VI, autorizó su culto, y Clemente XI le declaró Doctor de la Iglesia en 1720.

PLEGARIA AL DEFENSOR DE LA LIBERTAD


Oh Anselmo, Pontífice amado de Dios y de los hombres, la Santa Iglesia, a quien con tanto celo serviste aquí en la tierra, te tributa hoy sus homenajes como a uno de sus prelados más venerados. Imitador de la bondad del divino Pastor, nadie te sobrepasó en condescendencia y caridad. Conocías a todas tus ovejas y ellas te conocían a ti; velando día y noche en su custodia, jamás fuiste sorprendido por el asalto del lobo. Lejos de huir al acercarse, saliste a su encuentro, y ninguna violencia te pudo hacer retroceder. Heroico campeón de la libertad de la Iglesia, protégela en nuestros tiempos en que por todas partes se la pisotea y se la aniquila. Suscita por doquier Pastores émulos de tu santa independencia a fin de que el valor se reanime en el corazón de las ovejas y que todos los cristianos tengan a honra confesar que ante todo son miembros de la Iglesia, que los intereses de esta Madre de las almas, son superiores, a sus ojos, a los de cualquier sociedad terrestre.

PLEGARIA AL DOCTOR


El Verbo divino te dotó, oh Anselmo, de esa filosofía completamente cristiana, que se humilla ante las verdades de la fe, y así purificada por la humildad, se eleva a las visiones más sublimes. Alumbrada con tus luces tan puras, la Iglesia, en recompensa, te ha otorgado el título de Doctor, tanto tiempo reservado a aquellos sabios que vivieron en las primeras edades del cristianismo y conservan en sus escritos como un reflejo de la predicación de los Apóstoles. Tu doctrina ha sido juzgada digna de compararse a la de los antiguos Padres, porque procede del mismo Espíritu; es más hija de la oración que del pensamiento. Obténnos, oh santo Doctor, que siguiendo tus huellas, nuestra fe, también busque la inteligencia. Muchos el día de hoy blasfeman lo que ignoran, y muchos ignoran lo que creen. De ahí una confusión desoladora, compromisos peligrosos entre la verdad y el error, la única doctrina verdadera desconocida, abandonada y sin defensa. Pide para nosotros, oh Anselmo, doctores que sepan alumbrar los caminos de la verdad y disipar las nubes del error, para que los hijos de la Iglesia no queden expuestos a la seducción.

PLEGARIA AL MONJE


Dirige una mirada sobre la familia religiosa que te acogió en sus filas al salir de las vanidades del siglo, y dígnate extender sobre ella tu protección. De ella sacaste tú la vida del alma y la luz de tu inteligencia. Hijo de San Benito, acuérdate de tus hermanos. Bendícelos en Francia, donde abrazaste la vida monástica; bendícelos en Inglaterra, donde fuiste Primado entre los Pontífices, sin dejar de ser monje. Ruega, oh Anselmo, por las dos naciones que te han adoptado una después de otra. En la una, la fe está tristemente muy disminuida; la otra dominada por la herejía. Alcanza para las dos la misericordia del Señor. Es poderoso y no cierra sus oídos a la súplica de sus santos. Si ha determinado en su justicia no devolver a estas dos naciones su antigua constitución cristiana, obtén al menos que se salven muchas almas, que muchas conversiones consuelen a la Madre común, que los últimos obreros de la viña rivalicen con los primeros, en espera del día en que el Maestro descienda para recompensar a cada uno según sus obras.


Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer Tomo III pag 691 y siguientes